Nadie es ajeno a la enorme intervención estatal tanto en España como en el resto de países debido a la actual crisis económica. Para algunos significa la quiebra del modelo capitalista para otros una medida extraordinaria en situaciones extraordinarias que no rompen con los principios básicos del libre mercado. En cualquier caso, es un hecho objetivo que los Estados están adquiriendo mayor espacio en sectores básicos como la banca y por tanto, muchas decisiones empresariales se verán sujetas no sólo al mercado sino a los intereses políticos de quien gobierne.
Es por ello que algunos ya empiezan a decir que se acerca la edad de oro de los que trabajamos como lobbistas, ya que deberemos intermediar entre los intereses económicos de nuestros clientes y los intereses de los gobiernos.
Así lo dice en un artículo que ayer me envió un amigo.
La nacionalización de los bancos da un inesperado poder a los Estados
Aunque en España los bancos mantienen su independencia, existe el riesgo de perder el control energético
Me gustaría comenzar este artículo recomendándoles la lectura de otro, publicado en 2006. Ese artículo, en el que se proponía dirigir el entonces abundante capital especulativo hacia procesos productivos –relacionados con el desarrollo energético y las posibilidades que abre- ha pasado a la historia. Ahora una gran parte del dinero que se podía haber invertido en ese proyecto se ha ido... como lágrimas en la lluvia, no sin causar notables daños colectivos. Una de las dudas que se plantean en la nueva fase en la que entramos es qué harán los gobiernos con su nuevo poder. La nacionalización progresiva de los bancos supone la nacionalización progresiva de sus inversiones y, por lo tanto, un enorme incremento de la capacidad estatal de dirigirlas. Las implicaciones de este proceso son muy variadas. Por ejemplo, esto puede impulsar a unas empresas en detrimento de otras, lo que justificaría la duda actual de los inversores ante la ignorancia de cuáles serán las afortunadas. Bastará una leve indicación de un gobierno para que una empresa sea señalada como tal, y los inversores acudan abundantes. Los gobiernos deberán pues ir pronunciándose, por más que traten de que sea de manera encubierta, acerca de sus planes, lo que beneficiará a los grandes en detrimento de los pequeños y menos informados. Se acerca la edad de oro del Lobbying. En el terreno internacional, los gobiernos estarán interesados en ciertas empresas de forma directa, lo que hará que les interese más directamente el no éxito de empresas competidoras de otros países. En la pugna todas las prácticas se irán haciendo posibles, luego es previsible una erupción nacionalista. Como telón de fondo los gobiernos tienen dos grandes posibilidades, y por lo tanto dos grandes estrategias posibles: la posibilidad de apostar por controlar con su nuevo poder los bienes conocidos y limitados que ofrece el futuro bajo la actual limitación energética, o lanzarse abiertamente por una energía futura y los bienes que promete. La primera opción significa competir por la energía limitada restante, así como por las materias primas, igualmente limitadas al estarlo la energía con la que se extraen. En el estado de cosas actual esto significa imitar al gobierno chino, que anticipó de hecho el modelo que ahora se extiende, combinando los mercados con el uso estratégico –nacionalista- de los beneficios. Lo que nos lleva a anticipar otro fenómeno que prosperará: la pérdida de los derechos individuales. En este trayecto resulta fácil imaginar el mundo convertido en un Monopoly en el que cada vez menos tomarán decisiones cada vez más importantes. Será el más rápido y brutal proceso de concentración, inevitable en la situación actual según se describe en otro artículo.
Todo apunta a que esto es lo que sucederá. España, nuevos alineamientos En esta partida España se presenta, una vez más, como neutral. Como en nuestro país los equilibrios de poder son muy complejos, y al no estar claro nuestro papel en la partida internacional, los bancos continuarán, mientras puedan, con su independencia. Poder mantenerla o no es una cuestión técnica: depende de hasta qué punto los bancos parcialmente nacionalizados de otros países puedan, con el apoyo de sus Estados, hacer mejores ofertas, arrastrando entonces a todo el sistema financiero planetario al mismo proceso. Pero también política: finalmente la ayuda puede llevarse a cabo con mayor o menor contraprestación política.
El nuevo poder político exigirá nuevos alineamientos y, si en nuestro país este proceso no tiene lugar, sucederá que mientras en otros Estados una visión conjunta, más o menos consensuada, dirigirá grandes inversiones en las direcciones más estratégicas, España, de permitir la continuidad de la independencia de la banca, continuará con una nueva versión de independencia nacional y consiguiente aislamiento, para lo bueno y lo malo. Puede ser la mejor opción o no, lo que cabe esperar que esté siendo adecuadamente valorada.
Al menos España debería garantizar inmediatamente el control de sus empresas energéticas si no quiere verse expoliada de las mismas en un visto y no visto, a través de empresas que no serán sino instrumentos de otros Estados. Ahora bien, si miramos al horizonte podemos ver el asunto de otra manera, por ejemplo comparando los consumos energéticos de 1708, 1808, 1908 y 2008 para empezar a calibrar las necesidades energéticas de 2108. Supondremos, desde luego, que nuestro deseo –el deseo de todos, el deseo global- es continuar con la misma curva, y buscar una asíntota vertical, no horizontal. En este contexto, ¿es viable diseñar modelo que ofrezca una oferta positiva para todos?
Algunas ideas para este modelo son las siguientes: esa oferta debe basarse en la única energía de apariencia ilimitada visible en el horizonte: el proyecto ITER y la Energía de Fusión que promete. Hay dudas tecnológicas en el proyecto, pero no hay dudas de que el sol funciona, y funciona bien, y nuestro objetivo es simplemente imitarlo. Esa energía es la única lo suficientemente limpia y abundante como para poder observar el futuro con optimismo de forma tal que el crecimiento de uno no implique, necesariamente, la merma de otro. Las otras dudas son políticas. Hay muchos intereses en juego: desde las inversiones en energías renovables alemanas hasta la inversión en reactores de Fisión de nueva generación francesa, desde el más que dudoso interés ruso en el triunfo de una empresa destinada a sustituir los combustibles fósiles actuales, a la valoración de la aportación de los Fondos Soberanos árabes, presentes e hipotéticos futuros. Felizmente, como soñaba Adam Smith, una buena parte de los Estados tienen garantizada su seguridad militar. La locura (MAD: destrucción mutua asegurada) nos salva. Luego es previsible una partida compleja con final más o menos feliz, en la que los jugadores apurarán sus cartas para obtener la mejor posición en esa nueva fase. Una propuesta aceptable que acelere el acuerdo y ahorre descalabros debe tener en cuenta la participación económica y técnica, por un lado, de los países desarrollados, y de lucro cesante de los actuales proveedores de energía.
Un país que vive del turismo, es decir, de que el mundo, en general, vaya bien, el lugar perfecto. Es cuestión de buscar los profesionales adecuados y hacer un modelo. Un modelo que nos aparte cuanto antes de la destructiva tendencia de los jugadores en los juegos de suma nula. Alfredo González Colunga es autor de proyectos multimedia y ensayista
lunes, 3 de noviembre de 2008
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