jueves, 9 de julio de 2009

El lobby y los regalos ¿sentido común?

El Mundo hoy hace referencia al cambio de estrategia del PP, que empieza a señalar los trajes "de Camps" como un regalo más, sin importancia, de los cientos que anualmente reciben nuestros cargos públicos. Vaya por delante que creo que el problema tiene dificil solución por esa vía: aunque no fueran más que regalos, Camps mintió al decir que no conocía a Alvaro Pérez, y de ser así habría mentido al decir que él se pagaba sus trajes. En mi opinión o Camps se pagó los trajes, cosa que no descarto, o dificilmente recuperará su credibilidad, pero lo que nos ocupa va más allá y tiene mucha miga, ¿son los regalos una forma de garantizar el acceso al diputado, una forma de influencia o una mera fórmula de cortesía?

En el artículo citado los diputados consultados coinciden, milagro, en señalar que los regalos no tienen nada que ver con la toma de decisiones, que no deberían regularse sino que basta con dejarlo en manos del sentido común de cada uno y se agarran a la botella de vino como muestra evidente que los regalos no son para tanto... Sorprendente como quitan hierro al asunto.

El regalo no es algo exclusivo de la política, en el mundo de la empresa también se reciben muchos regalos. Recibir un regalo, sea el que sea, predispone a la persona a mirar con buenos ojos al que hizo el regalo y cualquiera que haya elaborado la lista de los regalos de empresa sabe cual es la finalidad de esos regalos, una mejor posición a la hora de vender tus servicios, conseguir mejores precios de un proveedor... por eso muchas empresas, especialmente en USA, establecen en sus normas la prohibición de recibir regalos o sistemas de reparto que garantizan la despersonalización de los regalos, de fondo la idea de que el empleado que no sea objetivo al contratar a un proveedor o al decidir un negocio podrá perjudicar a la compañía. El principio es perfectamente aplicable a la vida política. Cualquiera que recibe un regalo tiende a "entender" mejor a la otra parte, a facilitarle las cosas y los diputados lo saben. También lo saben los empresarios y los que conocen los intringulis de la operación Gurtell cuentan como todo empezaba con regalos sencillos, esos que no rechaza el sentido común y que van enganchando al regalado, enredandole, mientras van subiendo su categoría.

No se puede fallar al elegir un regalo, y, en contra de lo que dicen, la categoría de los regalos no es insignificante: teléfonos móviles de última generación, pdas cuando estas eran un objeto de lujo, litografías de series exclusivas, corbatas/pañuelos de a 300 o 400 (Hacket, Hermes... no suelen faltar), cajas de botellas de vino más cercanas a los 300 que a los 30, relojes de lujo, viajes justificados o injustificados... la suma da para varios trajes, y nos hace pensar.

De ahí que se hayan desarrollado prácticas como que los diputados pidan los regalos en su casa no en la oficina del Grupo. He podido visitar algunas de ellas en época de Navidad y es realmente alucinante ver juntos los regalos recibidos que llegan a ocupar la mitad de su cuarto de estar.

No hay duda que no es un tema para frivolizar, y que, de una forma u otra, habrá que considerar de cara a una futura regulación del lobby.


1 comentario:

Rafa Rubio dijo...

Tras escribir este artículo, leo que en Filipinas la ley anticorrupción prohibe recibir regalos de más de 100 dolares